martes, 19 de julio de 2011

Tecla a tecla con mi máquina de escribir











Camilo Olivetti en 1908 fundó su fabrica de máquinas de escribir en Turín -Italia.











La soñé desde mi adolescencia, con el primer dinero que gané escribiendo la compré, cuando todos se inclinaban hacía la computadora, yo, acaricié mi máquina de escribir.











Rafaela Ricarda Olivetti, en mi intimidad así la llamé, se lo digo aún mientras permanece en el estuche, cada tanto la descubro, la limpio, la contemplo en su extraño color , que no es ni rojo, ni marrón y produce un encanto singular.











En cada letra una parte de mi vida quedó latente al apretar cada tecla de mi máquina de escribir, la siento quieta en su estuche negro y verde concibiendo el silencio, reposando en su melancólico destino de mi abandono en el tiempo. Fue esfuerzo, anhelo y musa, forjó versos en mi vida. En ella comenzé a escribir las historias de vidas que la gente me contó. En cada gesto brusco, notas de rebeldías, el artículo periodistico enmudeció en la palabra de la hoja anhelante que se ofreció en un desliz con emoción lenta dibujando las letras que fueron llenando las hojas dando vida al cuento, cada roce de mis dedos anunciaron un poema con golpes en las teclas , como golpes del alma, una parte de vida transcurrió con el sonido musical del timbre al término de cada renglón.











Espacio y velocidad, tecla a tecla, fueron formando palabras con recuerdos de rápidez, un rayo de sol, una lágrima, donde se expandió la mancha de mis dedos sucios de tinta y el uso del corrector. Fui arrugando papeles para seguir intentando en las cálidas siestas con el sol a mi espalda, a travéz del ventanal entre rimas y diccionarios que esclarecían las dudas alineando las palabras en conjunto matemáticos con el carro ida y vuelta prometiendo poesías en la intimidad de letras, la atrevida pasión resbaló de mis manos en la máquina de escribir de alguna carta importante dictada con astucia y porvenir, que no fue más que esperanza, realidad e imaginación, sintiendomé artesana con mis dedos enredados en cada cambio de cinta que estancó el dolor en la frase inacabada sin que perdiera la esencia de lo que fue, desmenuzada en infinitos y mudos mundos abiertos en sus teclas, en el arte de escribir a máquina.









Está allí, en el estante, siempre esperando por mí, reconosco el valor que significó en mi vida.









La cultura sigue, la tecnología avanza e impuso la computadora y me animé a usar ratón, tuve varios maestros, aunque aún se me complica, me atreví en tecnología, hice amigos a montones, descubrí muchos parientes, navegando me voy lejos, pero a mi máquina de escribir la tengo en el corazón.-


















Cristina Mix